lunes, 29 de julio de 2013

Y van 43...

... La amistad, junto con el romance, es uno de los pactos entre humanos más desconcertantes. Desconcierta porque existe una atracción en la que no interviene el físico, y porque aunque elegida, conlleva obligaciones. Más libre que el vínculo amoroso, mueve a veces a realizar sacrificios a los que no llevaría el amor. Y, por otro lado, el amigo se encuentra en un círculo íntimo que le permite causar daños definitivos.
La amistad es uno de los sentimientos más elevados, hasta el punto de que en 2007 la investigadora australiana Lynne Giles de la Universidad de Flinders, hacía público un estudio que su grupo de científicos había realizado: si la pérdida de un cónyuge o hijo aceleraba los procesos de enfermedad y muerte en ancianos, el poseer al menos un amigo preservaba de ese efecto y alargaba la vida.
Uno de los enemigos mortales de la amistad se presenta bajo la forma de rivalidad: en ocasiones, el estímulo del amigo puede conducir a una competitividad provechosa, de la que ambos se beneficien. Pero una rivalidad larvada, y que no encuentre resquicio para liberarse, puede llevar a la pérdida de la amistad o a la destrucción del amigo. De manera tradicional, las mujeres han mantenido una relación de mayor comunicación y mayor número de peleas y reconciliaciones dialécticas. Son amistades llenas de drama, en las que los conflictos son leves y se hablan, analizan y sortean. De manera también tradicional, los varones subliman esa relación de competencia con juegos físicos o enfrentándose en un tablero o pantalla.
Para un amigo envidioso, la presencia de la fortuna del otro resulta insufrible. Riquezas, honores o amor, está condenado a presenciarlo  a mostrar, además, su apoyo y su simpatía. El amigo que traiciona genera una herida aguda, que tarda en sanar tanto o más que una ruptura romántica, y que cuenta con el peligro de que el amigo, todavía dentro de los terrenos compartidos, pueda causar aún más daño. Un grupo dividido por un conflicto entre amigos se ve forzado a tomar partido y a la mediación, en realidad, no es sino un divorcio menor, y los consejos contra el desamor y el abandono son igualmente válidos aquí.
Para Conchi. 
Uno de los motivos por los que estoy convencida de que cumpliré Muchos Más
Los malos del Cuento (Espido Freire)

jueves, 25 de julio de 2013

sábado, 20 de julio de 2013

LA REINA DE LAS NIEVES


DE PRONTO, EL AMADO CAMBIA de actitud. Lo que eran caricias deja paso a la frialdad. Un día llega tarde, otro no llega, tan siquiera. La "otra" se lo ha llevado. El ser tan querido ya no nos reconoce. Ha cambiado como si le hubieran lavado el cerebro, o repuesto el corazón. Allá está, en su palacio, en brazos de la Reina de las Nieves.

Existen varios cuentos que hablan de maridos raptados por perversas mujeres, y de la búsqueda incesante de sus esposas para arrebatárselos a esas brujas. En una versión rusa, la mujer busca durante siete años, con un pajarito que deja caer una pluma cada siete pasos para guiarla, hasta que descubre que el marido, drogado cada noche por su nueva esposa, no la reconoce. Como excusa no está mal.

La misoginia a la que hemos aludido en varias ocasiones es tan intensa, y el amor pasado hunde tanto sus raíces en el alma, que preferimos odiar a la otra antes que responsabilizar al amado. Él no se hubiera ido por sí mismo, él ha sido engañado, convencido, seducido, abducido. Las mujeres que deciden recuperar a sus amados ausentes quedan advertidas por el cuento: la búsqueda es larga y dura, a través del hielo y del fuego, sin ninguna garantía ni esperanza.

Lo curioso es que por lo general las reinas de las nieves suelen permitir sin demasiada alharaca que el amado regrese con su primera mujer, una vez que el amnésico las ha reconocido. Cuando su magia termina, la dan por finalizada. Nadie verá a una reina de las nieves siete años tras el rastro de un niño perdido. Ya llegará otro al que seducir. Quizá eso sea lo más incomprensible para las princesas, ese desapego, esa frialdad que parece contagiarse al amado. Con lo satisfactoria que resulta una pelea de gatas.

Los malos del Cuento
Espido Freire

lunes, 15 de julio de 2013

...NO somos Seres Humanos...

...No somos seres humanos, somos ciborg. Y, sin embargo, la melancolía es netamente humana. Una contradicción interesante.
Somos Ciborgs porque nuestro cuerpo se llenó desde el origen de nuestra especie, de prótesis artificiales que abrieron posibilidades que no estaban al alcance del animal que también somos. Muchas de esas posibilidades quedaron en la historia como posibilidades perdidas, como pasados de un futuro que habría podido ser mejor. Por eso los ciborgs sufren melancolía. No es nostalgia por un pasado que se fue sino ensimismamiento por un futuro que podría haber sido. Los ciborg no son "maquinizaciones" de la especie humana, sino "culturizaciones" de lo puramente biológico, así que no es extraño que sufran de afectos tan complejos como la melancolía, un estado que siempre fue entendido como el estado emocional de la modernidad, de la ruptura con la cultura de la sangre y el honor. Es el estado de quienes, en algún modo, no están en un sitio definido: exiliados de la naturaleza, pero sin un horizonte definido, en un lugar intermedio entre el animal y el ángel (caído).

La melancolía del Ciborg
Fernando Broncano
Revista EnCubierta