martes, 17 de diciembre de 2013

Apuesta por el AMOR...

Estéticas aparte... El mensaje no tiene desperdicio...

http://www.youtube.com/watch?v=qsvnevUQ4vc

domingo, 15 de diciembre de 2013

LO QUE LA CERVEZA A LA RESACA...

"Y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres"
Hace días recibí una proposición.
Y no, no era indecente. Sólo algo complicada.
Por supuesto, no pude rechazarla.
Me pidieron que escribiera sobre mal de amores. Sí, dicho así sólo falta Camarón con su cante jondo sonando a lo lejos.
camaron
Cuando leí el correo mi primer instinto fue hacer como si no lo hubiese leído y no meterme en semejante berenjenal. Lo que llaman hacerse el sieso, vaya.
Pero después decidí que, antes de que Juan Magan y sus explicaciones al respecto acaben de comernos el poco cerebro que nos queda, lo iba a intentar. La tarea resulta más difícil todavía si encima te piden que hables acerca de cómo superarlo. Nos ha jodido mayo con las flores ¡Como si lo supiese!
Si hay algo que odio por encima de todas las cosas, además de las natillas (si, las del colegio, que tenían grumos), son todas esas listas de consejos que circulan por internet, numerando del 1 al 10 los pasos a seguir para tener un cuerpo estupendo, un trabajo magnífico y un novio maravilloso.
En serio, no somos gilipollas. Ya sabemos que antes de una entrevista de trabajo hay que ducharse, que hablar de lo estupenda que era nuestra ex novia no va a hacer que consigamos una nueva y que si queremos caber en el traje de baño el verano que viene el McDonald’s no es el camino.
Gracias, lo hemos entendido y me niego a hacer lo mismo.
Y hasta aquí mi arrebato del día.
En fin, volviendo a lo que nos ocupa. Me dispongo a compartir las pocas lecciones que he aprendido acerca de este tema. Aviso para navegantes: esto es El Cajón de Gatsby, no el de la Bruja Lola. Así que leed con paciencia.
Partamos de la base de que no hay amor sin males
Se ha puesto de moda reducir el amor a un puñado de fases, enlazadas las unas con las otras de manera sistemática. Definitivamente han conseguido hacernos creer que hay una especie de esquema a seguir y que, por supuesto, siempre sabemos lo que viene después. Nos lo han contando. Y nos lo hemos creído. Podemos entonar el mea culpa.
Nos hemos cargado la historia, como cuando alguien nos cuenta el final de una película. Digamos que Woody tenía razón:
woody
Resulta que la semana pasada hablaba con unos amigos acerca de la fidelidad. Estuvimos debatiendo sobre si era posible permanecer junto a la misma persona durante el resto de la vida. Y me hace gracia porque últimamente, al parecer, el resto de la vida pueden ser cuarenta años o dos semanas. Esta confusión conceptual me preocupa bastante, todo sea dicho.
Nos hemos permitido el lujo de jurar por la eternidad. Como si no supiéramos que la vida otra cosa no, pero vueltas da. Nos pensamos que basta con decir ‘sí, quiero’ una bonita mañana de mayo para que las cosas funcionen para siempre. Error.
Yo, por ejemplo, siempre he pensado que hay lagunas en los votos matrimoniales:
¿Estás dispuesto a no encontrar absolutamente nada porque el espíritu de los pintauñas, revistas y potingues varios ha invadido el cuarto de baño?
¿Podrás soportar un arsenal de calzoncillos y calcetines desperdigados por el suelo de tu casa el resto de tu vida?
¿Serás capaz de pedir perdón, una y otra vez, aunque a veces seas tú quien tiene razón?
¿Encontrarás ese punto justo que no invade la intimidad pero tampoco cae en el distanciamiento?
¿Prometes no asfixiarla con un cojín cuando se tire tres semanas hablando de cómo tapizar el sofá?  ¿Y las sillas? ¿Y el sofá otra vez?
¿Entenderás que los domingos de fútbol son sagrados y que ni la caída de un meteorito cambiará eso, JAMÁS?
¿Eres consciente de que la panda de loros que tiene por amigas van a estar ahí siempre, por lo siglos de los siglos, amén?
¿Dirás sí quiero todos los días, aunque lo fácil sea no querer?
Entonces sí.
Quedaría raro escuchar esto en una boda, ¿verdad?
Pues ya lo siento, pero es lo que hay. Y puede ser tan maravilloso como infernal. Como tantas otras cosas, depende de ti.
Sí, es complicado. Y como a eso no tengo respuestas, os dejo a Sabina. Como cada vez que algo no tiene solución. Primera lección.
                                                                                    
¿Que por qué se acaban las cosas?
Después de pensar largo y tendido he llegado a la conclusión de que hacemos planes que se sostienen sobre un futuro que aún no ha llegado y que ni siquiera sabemos si llegará. Luego los planes se tuercen, nos agobiamos, y ya la hemos vuelto a cagar.
Lo poco que puedo decir al respecto es que no se puede vender una casa sin tener ladrillos y que no deberíamos olvidarnos de que las cosas hay que prometerlas todos los días. Y entonces, a lo mejor, con un poco de suerte, conseguimos construir un para siempre lo suficientemente estable como para no ceder al temporal.
No nos gusta oírlo, pero se nos ha olvidado que cuando algo se rompe se puede pegar. O por lo menos intentarlo. Tantos años de colegio dando el coñazo con el pegamento y los recortables y todo pa’ ná. Estamos todos de acuerdo en que es más fácil abrir el cubo de la basura, tirarlo, y esperar a que vengan a llevárselo. Claro que lo es. Y así vamos.
En cuanto a esto, hay un fragmento de la película El indomable Will Hunting que recomiendo a todo aquel que quiera aprender algo importante que le sirva para el resto de la vida. Segunda lección.
                                                                 
Creo que me queda poco más que decir al respecto. Consideradlo un pequeño trozo de sabiduría y compartidlo con quien lo merezca. Y no, esto no es Disney. Esto es la vida real.Tanto o más que el amor que queda cuando la capa de barniz que cubre el principio de todas las historias se empieza a descascarillar.
Es cuando aparecen las grietas, viejas y nuevas, cuando descubres quién es la otra persona y decides si te quedas o no. Es entonces cuando eliges entre ser un ciclo más en la vida de alguien o quedarte a compartir todos los ciclos que ocurran en ella.
Y sí, ellas van a seguir siendo raras de pelotas y ellos tontos de remate, pero con un pequeño matiz. Ella será tu rara de pelotas y él tu tonto de remateAsí de simple.
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¿Qué cómo se supera el mal de amores? Siento desilusionaros, pero aún no he encontrado la pócima secreta. Aunque estoy en ello, no preocuparse…
Pero mi tercera lección es la que se aprende con los años, y os puedo asegurar que no hay mejor escuela que el tiempo.
Por eso sé que trabajar diez horas diarias tiene sentido cuando hay alguien a quien contárselo cuando vuelves a casa. Me refiero a alguien que no tenga ni plumas ni cuatro patas y que no respire debajo del agua.
Sé que levantarse a las siete de la mañana es un autentico coñazo y que debería considerarse un delito contra la integridad física de las personas. Pero también sé que cuesta menos cuando al otro lado de la cama hay alguien haciendo lo mismo.
Sé que la distancia puede ser mayor o menor, pero siempre se ocupa de fabricar problemas que en realidad no existen. Pero también he aprendido que hay bonitas maneras de echarse de menos.
Sé que las tentaciones existen, que están por todas partes, porque para eso fueron inventadas. Y sé que cerrar los ojos al pasar no te aleja de ellas. Al contrario, cuanto más abres los ojos, con más detalle ves que no valen ni la mitad de lo que ya tienes.
Sé que si no tienes el valor suficiente, el hombre de tu vida no será necesariamente el hombre de tu boda. Son palabras parecidas, pero no significan lo mismo. Y el matiz está en el empeño que le pongas.
Sé que el tiempo, cuando lo dejamos pasar como meros espectadores, acaba destruyéndolo todo. Que al igual que cura, también puede crear abismos y que lo único productivo que podemos hacer con él es aprovecharlo e invertirlo en aquello que nos hace felices.
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Y para terminar, mi cuarta y última lección (pero no por ello menos importante).
Esta sí, grabada a fuego y sagrada como los domingos de fútbol. Aprendida entre esos gin tonic que se beben para olvidar :
El mejor remedio para el mal de amores es querer,
Igual que la resaca se pasa bebiendo cerveza.

El Cajon de Gatsby
Todo un descubrimiento

martes, 26 de noviembre de 2013

El Presupuesto

En nuestra oficina regía el mismo presupuesto desde el año mil novecientos veintitantos, o sea desde una época en la que la mayoría de nosotros estábamos luchando contra la geografía y con los quebrados. Sin embargo, el Jefe se acordaba del acontecimiento y a veces, cuando el trabajo disminuía, se sentaba familiarmente sobre uno de nuestros escritorios, y así, con las piernas colgantes que mostraban después del pantalón unos inmaculados calcetines blancos, nos relataba con su vieja emoción y las quinientas noventa y ocho palabras de costumbre, el lejano y magnífico día en que su Jefe -él era entonces Oficial Primero- le había palmeado el hombro y le había dicho: "Muchacho, tenemos presupuesto nuevo", con la sonrisa amplia y satisfecha del que ya ha calculado cuántas camisas podrá comprar con el aumento.
Un nuevo presupuesto es la ambición máxima de una oficina pública. Nosotros sabíamos que otras dependencias de personal más numeroso que la nuestra, habían obtenido presupuesto cada dos o tres años. Y las mirábamos desde nuestra pequeña isla administrativa con la misma desesperada resignación con que Robinson veía desfilar los barcos por el horizonte, sabiendo que era tan inútil hacer señales como sentir envidia. Nuestra envidia o nuestras señales hubieran servido de poco, pues ni en los mejores tiempos pasamos de nueve empleados, y era lógico que nadie se preocupara de una oficina así de reducida.
Como sabíamos que nada ni nadie en el mundo mejoraría nuestros gajes, limitábamos nuestra esperanza a una progresiva reducción de las salidas, y, en base a un cooperativismo harto elemental, lo habíamos logrado en buena parte. Yo, por ejemplo, pagaba la yerba; el Auxiliar Primero, el té de la tarde; el Auxiliar Segundo, el azúcar; las tostadas el Oficial Primero, y el Oficial Segundo la manteca. Las dos dactilógrafas y el portero estaban exonerados, pero el Jefe, como ganaba un poco más, pagaba el diario que leíamos todos.
Nuestras diversiones particulares se habían también achicado al mínimo. Ibamos al cine una vez al mes, teniendo buen cuidado de ver todos diferentes películas, de modo que, relatándolas luego en la Oficina, estuviéramos al tanto de lo que se estrenaba. Habíamos fomentado el culto de juegos de atención tales como las damas y el ajedrez, que costaban poco y mantenían el tiempo sin bostezos. Jugábamos de cinco a seis, cuando ya era imposible que llegaran nuevos expedientes, ya que el letrero de la ventanilla advertía que después de las cinco no se recibían "asuntos". Tantas veces lo habíamos leído que al final no sabíamos quién lo había inventado, ni siquiera qué concepto respondía exactamente la palabra "asunto". A veces alguien venía y preguntaba el número de su "asunto".
Nosotros le dábamos el del expediente y el hombre se iba satisfecho. De modo que un "asunto" podía ser, por ejemplo, un expediente.
En realidad, la vida que pasábamos allí no era mala. De vez en cuando el Jefe se creía en la obligación de mostrarnos las ventajas de la administración pública sobre el comercio, y algunos de nosotros pensábamos que ya era un poco tarde para que opinará diferente.
Uno de los argumentos era la seguridad. la seguridad de que no nos dejarían cesantes. Para que ello pudiera acontecer, era preciso que se reuniesen los senadores, y nosotros sabíamos que los senadores apenas si se reunían cuando tenían que interpelar a un Ministro. De modo que por ese lado el Jefe tenía razón. La Seguridad existía. Claro que también existía la otra seguridad, la de que nunca tendríamos un aumento que nos permitiera comprar un sobretodo al contado. Pero el Jefe, que tampoco podía comprarlo, consideraba que no era ése el momento de ponerse a criticar su empleo ni tampoco el nuestro. Y -como siempre- tenía razón.
Esa paz ya resuelta y casi definitiva que pesaba en nuestra oficina, dejándonos conformes con nuestro pequeño destino y un poco torpes debido a nuestra falta de insomnios, se vio un día alterada por la noticia que trajo el Oficial Segundo. Era sobrino de un Oficial Primero del Ministerio y resulta que ese tío -dicho sea sin desprecio y con propiedad- había sabido que allí se hablaba de un presupuesto nuevo para nuestra Oficina. Como en el  primer momento no supimos quién o quiénes eran los que hablaban de nuestro presupuesto, sonreímos con la ironía del lujo que reservábamos para algunas ocasiones, como si el Oficial Segundo estuviera un poco loco o como si nosotros pensáramos que él nos tomaba por un poco tontos. Pero cuando nos agregó que, según el tío, el que había hablado de ello había sido el mismo secretario o sea el alma parens del Ministerio, sentimos de pronto que en nuestras vidas de setenta pesos algo estaba cambiando, como si una mano invisible hubiera apretado al fin aquella de nuestras tuercas que se hallaba floja, como si nos hubieran sacudido a bofetadas toda la conformidad y toda la resignación...

La Sirena Viuda (Mario Benedetti)

Curiosidades de la vida. Este libro lo encontré en la biblioteca de Edimburgo.
Y no sé por qué a miles de kilómetros de mi "Linda Patria"
acuden a mi memoria tan "Bellos" Recuerdos que hacen que cada día tenga más ganas de "NO VOLVER".

domingo, 24 de noviembre de 2013

A Day in the Castle...








Edinburgh Castle. November 2013

lunes, 18 de noviembre de 2013

Sunday in Ocean Terminal










Si, si... Parece mentira pero es Edimburgo en Noviembre...
Si esto no es amor, al menos lo parece. Jejeje

Edimburgo. Noviembre 2013

lunes, 11 de noviembre de 2013

Qué decir!


Edinburgh November 2013

sábado, 2 de noviembre de 2013

Yo quería escribir una novela...

Yo quería escribir una novela. Pero ¿qué novela?
Sentada a mi escritorio una vez más el domingo por la tarde -un momento de la semana que había empezado a temer-, comprobaba que como todos los domingos por la tarde, reinaba el silencio, la ventana mostraba las mismas siluetas de tejado y antenas y la página seguía en blanco.
Pero bien mirado, ¿una novela? ¿Por qué una novela? ¿Por qué no una galería de retratos?... Sí, ¿Por qué no? O una comedia. O un libro de aforismos. O un drama en cinco actos...  O una epopeya de diez mil versos. o un haiku de cuatro... ¡Maldita Libertad! Una novela, qué demonios, no se hable más, he dicho una novela. Vale. Sigamos. ¿Con qué argumento?
Pasaba otra media hora
Veamos... El argumento no es más que un pretexto, cualquiera sirve... Si, cualquier cosa puede servir como punto de partida... Un escenario, unos personajes... Recorría mentalmente la casa, la calles... ¿Por qué no la lechera y el guardia jurado?
Bien. De acuerdo. Pero ¿qué hacer con ese material?... ¿Un relato costumbrista, celebrando lo sano y pintoresco que es el pueblo llano? ¿Al estilo de Mesonero Romanos, con sus chistes baturros?...
-No, claro -convenía conmigo misma-. No, eso ni hablar.
-¿Realismo social, entonces? -proseguía mi alter ego-. ¿Mostrar la dureza de la vida de esas pobres gentes, su miseria material y mental?
-¿Por qué no?
-Mmm... Tendrías que hacerte amiga suya... cenar con ellos, compartir el pulpo a la gallega y el vino con gaseosa... tomar nota de sus latiguillos, todo eso de "¡ay, hijo!", "¡mira que eres!", lo de llamar "cocretas" a las croquetas y "mondarinas" a las mandarinas... ¿De veras estás dispuesta?
¿Confraternizar con ellos en su cuchitril con olor a col hervida? ¿Hablar de convenios, pagas extras y alquileres, del escandaloso precio del pescado, de una receta para aprovechar restos de pollo? ¿Borrar las fronteras entre su vida y la mia? ¿Descubrir que en el fondo tales fronteras eran imaginarias?... Sólo de pensarlo me daban ganas de meterme en la cama.
-Además -proseguía él-, el realismo social fue una moda de los años cincuenta, hoy no le interesa a nadie. 
-¿Y el realismo mágico?
Se encogió de hombros.
-Ya está inventado. No hagas eso tan típico delas mujeres que es tomar un género literario, o una corriente de pensamiento, una filosofía, lo que sea... y divulgarlo, abaratarlo, convertirlo en libro de quiosco. Inventa otra cosa.
Largo silencio. Al fin, tímidamente, aventuré:
-¿Y algo semifantástico?... Realista con un toque poético... Un personaje imaginario, uno solo. Que servirá además para unir diversas historias... o estampas... Mira, te explico -me iba animando-: Un personaje misterioso e invisible sobrevuela la ciudad y se va metiendo, una por una, en todas las casas...
Le brillaron los ojos.
-Bravo Blanca. Has encontrado un método estupendo: consiste en coger un clásico que nadie lee, en este caso El diablo cojuelo, de Luis Vélez de Guevara, mil seiscientos y algo, y reescribirlo en formad e novela moderna. Tendrías que patentarlo.
Me levanté humillada y furiosa, apagué la luz y me fui a preparar la cena.
Pero después de cenar volví a mi potro de tortura. Tenía que escribir una novela, como fuese, no podía soportar la perspectiva de vivir y morir sin haber escrito una novela. Pero ¿qué novela?
Me horrorizaban el realismo decimonónico, el realismo social, el realismo mágico, el costumbrismo, la novela rural, la novela política, la novela psicológica, la novela urbana, la novela católica, el existencialismo, el experimentalismo, el intimismo, el lirismo, la prosa poética, y en general, cualquier cosa concreta. No quería ser una escritorcita del montón, de mi tiempo y mi país -si hubiera podido habría escrito en esperanto-, ni siquiera una escritora: hasta el simple sufijo femenino ya era una odiosa limitación. No, yo quería ser un gran escritor universal, y escribir una novela abstracta, inteligentísima, cultísima, inatacable. No había entendido que la única obra que no ofrece flanco alguno a la crítica, imposible de destripar, despreciar, ridiculizar, en fin, la única novela -o cualquier cosa- perfecta, e la que no existe.
Cada mañana, cuando sonaba el despertador, emergía de un sueño profundo para encontrarme otra vez cara a cara con la desolación, con el vacío, con el miedo. Descubría que vivir duele, que duele ser libre, que duele ser. Con que alivio -y vergüenza- habría firmado, con los ojos cerrados, por una vida prefabricada, como la de la lechera y el guardia jurado, por un camino cualquiera, sin importarme adónde llevase, con tal de que estuviera ya trazado.

"Amor o lo que sea"
Laura Freixas

lunes, 7 de octubre de 2013

Podía haber sido así... Why not?

     Desde mi llegada a Inglaterra compartía piso en Emerson Terrace con otras dos muchachas, las dos más jóvenes, las dos rubias. Nos entendíamos bien; para las chicas yo simbolizaba que era posible llegar a la Universidad y superarla. También suponía dinero necesario para soportar el alquiler, alguien que sabía cocinar, el olor a naranjo, una sombra silenciosa en la ventana los días que anochecía pronto.
     A menudo, desde la calle, antes de subir las seis escaleras hacia nuestra casa compartida, ellas me saludaban con la mano. Yo continuaba inmóvil, y luego, cuando ya habían comenzado a caminar, levantaba el brazo y saludaba con desgana.
     Venían de pueblos pequeños en las Midlands, y la ciudad amortiguaba cada vez más sus ansias de escapar y acentuaba los prejuicios aprendidos. A veces se preguntaban qué sería de ellas cuando terminaran de estudiar y regresaran, cómo podrían soportar de nuevo la vida provinciana. Otras veces, ahogadas por la gente, la indiferencia de las miradas y la añoranza, deseaban una existencia corriente, un novio en su pueblo, unas fotos de boda expuestas en el escaparate de High Street, y una tumba entre las de sus familiares.
     Las niñas me recordaban una vida de adolescente que para mí ya no tendría lugar. Las muchachas eran corteses, llamaban a la puerta suavemente cuando habían comprado un pastel, o una prenda nueva, y me invitaban a fiestas, a que dictará mi opinión. Hablábamos de sus novios, que variaban casi cada fin de semana, y de sus exigencias. Gastaban increíbles cantidades de dinero en pequeñas tonterías, en horquillas de plástico, en lacas de uñas con estrellitas brillantes y purpurina de colores, en postales de cumpleaños, aunque no pudieran con ello permitirse ningún regalo más.
     Algunas veces las acompañaba de compras. Antes cuando estaba sola, recorría alguna librería, buscaba en las calles céntricas libros de saldo y títulos nuevos que debería conocer. Hacía tiempo que ya no compraba más libros, desde el día en que descubrí que los enseñaba a los demás como ellas los frasquitos de esmalte de uñas, que ya no me servían en privado. Necesitaba ostentarlos, demostrar que sabía.
     Ahora ya no gastaba dinero en libros, sino en música, algunas veces, o en comida, naranjas, aceite, embutido, aceitunas, vino tinto, cerezas rojas y negras, alimentos del sur llenos de luz, pero continuaba mi afición; podría cerrar los ojos y guiarme en alguna librería, solamente por la memoria. Ahora, porque amaba los libros, los dejaba dormir y desaparecer más tarde en las baldas altas.
     Los libros eran anclas, los libros me ataban e impedían que algún día mi voluntad flaqueara y pensara en regresar. Cada llamada de mi madre tendía el puente de vuelta, ofrecía, con tentadoras ondulaciones de sirena, un inicio nuevo en mí país. Envié una foto de mi cuarto a casa y ella se aterró.
     - ¿Qué harás con tantos libros? ¿Cómo los traerás contigo? Deberías buscar a alguien a quién regalárselos... alguna biblioteca. ¿Resultará caro enviarlos aquí?
     - Los necesito -me defendí-. Si no ¿Cómo pretendes que aprenda algo?
     Ella creía, honestamente, que todo finalizaría con las tonterías de juventud, que terminaría lo que fuera que había venido a hacer,  que el hogar tornaría, de nuevo, a ser lo que recordaba.
     Yo sabía ya entonces que no regresaría. Con mi última maleta cerré de golpe la puerta, y me aterraba transformarme en estatua de sal si volvía la vista atrás. Un día, cuando no lo esperaba, descubrí que Londres era mi sitio; lo descubrí después de jurar durante varios meses, en pubs  y reuniones de amigos, en charlas con mis compañeras y cartas a casa, que no regresaría.
     Sin violencia, sin movimientos bruscos para hacerse un hueco, sin los gestos dramáticos que ansiaba, me percaté de pronto de que sentía lo que venía diciendo con violencia, con gestos bruscos, con ademanes dramáticos: las mismas frases que me esforzaba por representar se habían convertido en realidad. De pronto mi país, mi familia, no inspiraron más que una ligera melancolía, la sensación de una pierna amputada, los nervios débiles y desorientados. Entonces, definitivamente extranjera, dejé de comprar libros.

Diabulus in Musica
Espido Freire 

viernes, 6 de septiembre de 2013

...Yo te recordaré!

 «Yo te recordaré tomando champán a escondidas en el cumpleaños de mi hermano...
»...te recordaré saltando de balcón en balcón el día que olvidaste las llaves, me recordaré durante aquel baile contigo con el vestido azul que te gustaba, nos recordaré rotos en llanto en el entierro de tu madre. Y quiero llenar el resto de años que nos quedan de recuerdos, quiero que creemos ahora la vida que luego será pasado, en lugar de que una laguna plácida y quieta se extienda de aquí allá. No es esto con lo que soñaba. Y como ya no somos niños, como todas las capacidades, y la fuerza, y el valor, todo lo que poseemos, lo conocemos ya, ven, habla conmigo. Vamos a convertirnos en viejos».

"Cartas de Amor y desamor"
Espido Freire

martes, 27 de agosto de 2013

sábado, 10 de agosto de 2013

martes, 6 de agosto de 2013

Hay cosas que merece la pena conservar...

Arvyditas
Benavente. Agosto 2013

lunes, 29 de julio de 2013

Y van 43...

... La amistad, junto con el romance, es uno de los pactos entre humanos más desconcertantes. Desconcierta porque existe una atracción en la que no interviene el físico, y porque aunque elegida, conlleva obligaciones. Más libre que el vínculo amoroso, mueve a veces a realizar sacrificios a los que no llevaría el amor. Y, por otro lado, el amigo se encuentra en un círculo íntimo que le permite causar daños definitivos.
La amistad es uno de los sentimientos más elevados, hasta el punto de que en 2007 la investigadora australiana Lynne Giles de la Universidad de Flinders, hacía público un estudio que su grupo de científicos había realizado: si la pérdida de un cónyuge o hijo aceleraba los procesos de enfermedad y muerte en ancianos, el poseer al menos un amigo preservaba de ese efecto y alargaba la vida.
Uno de los enemigos mortales de la amistad se presenta bajo la forma de rivalidad: en ocasiones, el estímulo del amigo puede conducir a una competitividad provechosa, de la que ambos se beneficien. Pero una rivalidad larvada, y que no encuentre resquicio para liberarse, puede llevar a la pérdida de la amistad o a la destrucción del amigo. De manera tradicional, las mujeres han mantenido una relación de mayor comunicación y mayor número de peleas y reconciliaciones dialécticas. Son amistades llenas de drama, en las que los conflictos son leves y se hablan, analizan y sortean. De manera también tradicional, los varones subliman esa relación de competencia con juegos físicos o enfrentándose en un tablero o pantalla.
Para un amigo envidioso, la presencia de la fortuna del otro resulta insufrible. Riquezas, honores o amor, está condenado a presenciarlo  a mostrar, además, su apoyo y su simpatía. El amigo que traiciona genera una herida aguda, que tarda en sanar tanto o más que una ruptura romántica, y que cuenta con el peligro de que el amigo, todavía dentro de los terrenos compartidos, pueda causar aún más daño. Un grupo dividido por un conflicto entre amigos se ve forzado a tomar partido y a la mediación, en realidad, no es sino un divorcio menor, y los consejos contra el desamor y el abandono son igualmente válidos aquí.
Para Conchi. 
Uno de los motivos por los que estoy convencida de que cumpliré Muchos Más
Los malos del Cuento (Espido Freire)

jueves, 25 de julio de 2013

sábado, 20 de julio de 2013

LA REINA DE LAS NIEVES


DE PRONTO, EL AMADO CAMBIA de actitud. Lo que eran caricias deja paso a la frialdad. Un día llega tarde, otro no llega, tan siquiera. La "otra" se lo ha llevado. El ser tan querido ya no nos reconoce. Ha cambiado como si le hubieran lavado el cerebro, o repuesto el corazón. Allá está, en su palacio, en brazos de la Reina de las Nieves.

Existen varios cuentos que hablan de maridos raptados por perversas mujeres, y de la búsqueda incesante de sus esposas para arrebatárselos a esas brujas. En una versión rusa, la mujer busca durante siete años, con un pajarito que deja caer una pluma cada siete pasos para guiarla, hasta que descubre que el marido, drogado cada noche por su nueva esposa, no la reconoce. Como excusa no está mal.

La misoginia a la que hemos aludido en varias ocasiones es tan intensa, y el amor pasado hunde tanto sus raíces en el alma, que preferimos odiar a la otra antes que responsabilizar al amado. Él no se hubiera ido por sí mismo, él ha sido engañado, convencido, seducido, abducido. Las mujeres que deciden recuperar a sus amados ausentes quedan advertidas por el cuento: la búsqueda es larga y dura, a través del hielo y del fuego, sin ninguna garantía ni esperanza.

Lo curioso es que por lo general las reinas de las nieves suelen permitir sin demasiada alharaca que el amado regrese con su primera mujer, una vez que el amnésico las ha reconocido. Cuando su magia termina, la dan por finalizada. Nadie verá a una reina de las nieves siete años tras el rastro de un niño perdido. Ya llegará otro al que seducir. Quizá eso sea lo más incomprensible para las princesas, ese desapego, esa frialdad que parece contagiarse al amado. Con lo satisfactoria que resulta una pelea de gatas.

Los malos del Cuento
Espido Freire

lunes, 15 de julio de 2013

...NO somos Seres Humanos...

...No somos seres humanos, somos ciborg. Y, sin embargo, la melancolía es netamente humana. Una contradicción interesante.
Somos Ciborgs porque nuestro cuerpo se llenó desde el origen de nuestra especie, de prótesis artificiales que abrieron posibilidades que no estaban al alcance del animal que también somos. Muchas de esas posibilidades quedaron en la historia como posibilidades perdidas, como pasados de un futuro que habría podido ser mejor. Por eso los ciborgs sufren melancolía. No es nostalgia por un pasado que se fue sino ensimismamiento por un futuro que podría haber sido. Los ciborg no son "maquinizaciones" de la especie humana, sino "culturizaciones" de lo puramente biológico, así que no es extraño que sufran de afectos tan complejos como la melancolía, un estado que siempre fue entendido como el estado emocional de la modernidad, de la ruptura con la cultura de la sangre y el honor. Es el estado de quienes, en algún modo, no están en un sitio definido: exiliados de la naturaleza, pero sin un horizonte definido, en un lugar intermedio entre el animal y el ángel (caído).

La melancolía del Ciborg
Fernando Broncano
Revista EnCubierta

miércoles, 22 de mayo de 2013

viernes, 10 de mayo de 2013

ALFREDO... El Grande!


Hay que fastidiarse qué mayores nos estamos haciendo.
Nos estamos quedando sin genios... De todos los hombres
 que han marcado mi vida, 
ya sólo queda García Márquez...
No son buenos tiempos para la Lírica...


Sencillamente, Insuperable.

lunes, 29 de abril de 2013

domingo, 28 de abril de 2013

Piccadilly Circus






Londres. Abril 2013

Y a la vuelta... mira tú... por Londres




The underground
Londres. Abril 2013

jueves, 25 de abril de 2013

... En el Botánico







Foto: Jardín Botánico
Edinburgh Abril 2013

viernes, 22 de marzo de 2013

Y ahora le gusta la cerveza...


Más integrado en la familia no puede estar...
Foto: Dalkeith Marzo 2013

miércoles, 20 de marzo de 2013

Ginger



 De expedición